Descansa en paz, querida profesora, querida compañera
Por Begoña Llovet, Directora
Cuando entré en casa de Ana hace unos meses, lo primero que vi en el vestíbulo, justo en la pared de enfrente, fue un cartelito cuadrado, más bien pequeño, en el que estaba escrito: Aquí vive una profesora. La vocación de Ana por la enseñanza era inmensa, un impulso que daba, más que ninguna otra cosa, un sentido a su vida. Ella era esencialmente una profesora. Alegre, siempre dispuesta, amiga de sus alumnos, trabajadora incansable en largas jornadas de enseñanza en las que nunca perdía la sonrisa. Educada, exquisita y delicada en sus sentimientos y en sus maneras, con una gran sensibilidad que a veces le hacía difícil comprender y adaptarse a las amarguras y rudezas de este mundo. Coqueta y divertida, siempre con ganas de pasarlo bien. Y muy natural en su trato y en sus conversaciones, en sus risas y en sus penas.
Esas largas jornadas de enseñanza y ese no parar también tenían una razón de ser muy importante: el cuidado y el mantenimiento de su madre. Las dos vivían juntas desde el prematuro fallecimiento del padre de Ana. Y Ana salió adelante, ya lo creo. Viajó, aprendió idiomas, siempre acompañada de buenos amigos y amigas, trabajó en puestos de responsabilidad en escuelas de prestigio, y se convirtió en una gran profesional, autora de materiales, formadora de profesores, capaz de dar clases de español a todo tipo de alumnos, desde embajadores, hasta directivos/as de empresas multinacionales, pasando por grupos de jóvenes estudiantes que venían a TANDEM a hacer un curso de una semana. Con ellos cantaba y bailaba si se terciaba la cosa en unas clases que siempre eran comunicativas, humanistas, divertidas, motivadoras, estimulantes. Ella amaba lo que hacía y se entregaba al cien por cien.
Y siempre que uno se entrega y da, recibe. Así que Ana ha recibido a lo largo de su vida también muchísimo cariño, respeto, admiración y aprecio de sus colegas, de sus alumnos y de todas las personas con las que ha trabajado.
En una de las últimas visitas le comenté: “Ana, han llamado de la Cámara de Comercio Alemana, y querían que tú dieras las clases de español”. Su rostro se iluminó. “Les he dicho que no podías por motivos de salud y les ha dado mucha pena”.
Ana llevaba una larga temporada luchando contra la enfermedad de su madre, cuidándola, ocupándose de ella al mismo tiempo que trabajaba. Era agotador, y lo era aún más porque probablemente la enfermedad ya se estaba instalando en su organismo. Hace un año, exactamente un año, la visité en su casa de Guadarrama. Le acababan de diagnosticar la enfermedad, pero ella estaba alegre y confiada. De hecho, las fotos de esa tarde son preciosas, y aquí hay una de ellas. Todo ha ido muy rápido, demasiado.
Ana ha estado rodeada en todo momento de un grupo de maravillosas amigas, que se han ocupado de acompañarla, de consolarla, de cuidarla. Nunca ha estado sola. Las profesoras y profesores de TANDEM, sus colegas, se volcaron con ella con visitas, cariño y todo tipo de iniciativas.
En TANDEM la echaremos mucho de menos. Han sido muchos años, 15. Años de compañerismo, de amistad, de trabajo, de proyectos. Recuerdo la primera vez que Ana llegó a TANDEM. Hizo una entrevista, luego me saludó en la entrada y me habló de su trabajo y de cómo le gustaba todo el mundo del español, y me pareció una mujer extraordinariamente agradable y una excelente profesional. Y me alegré de que pasase a formar parte del equipo de TANDEM. Allí donde iba Ana, triunfaba.
Anita seguirá siempre presente en nuestra sala de profesores, en el recuerdo de miles de alumnos con los que compartió aula. En nuestro corazón.
Descansa en paz, querida profesora, querida compañera, querida amiga.*
El funeral por Ana Sánchez se celebrará en la iglesia de San Ginés, el día 20 de septiembre a las 19.00 horas (siete de la tarde). C/ Arenal, 13. (Metro Sol u Ópera).